Suena bonito, pero los derechos de cada uno llegan hasta donde comienzan los de otro, así que el Estado puede y debe poner reglas.
Además, estas reglas no pueden ser sólo lo que quiere la mayoría (mayoría manda), ya que de ser así un grupo estaría oprimiendo a otro o quitándoles libertades. Es que cuando algo nos beneficia o nos perjudica suele importarnos menos el perjuicio hacia el resto. Esta falsa idea de democracia no es más que la dictadura de la mayoría, o incluso menos: la dictadura de la gente que se pronuncia o tiene el tiempo para hacerlo o, en un país centralizado como Chile, la dictadura de los que están más cerca de quien gobierna.
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